El uso de términos tales como balance hídrico y economía
del agua pone de relieve que las relaciones hídricas en las plantas se pueden
contemplar partiendo de la base de que el balance o estado hídrico se encuentra
controlado por tas intensidades relativas de absorción y pérdida de agua.
El balance hídrico se puede calcular a partir de las
determinaciones cuantitativas de la absorción de agua y de la transpiración. No
obstante, las medidas necesarias son aún inexactas y difíciles de obtener,
especialmente en condiciones de campo.
Por tanto, es frecuente hacer una estimación indirecta del
balance hídrico a través de su efecto en el contenido hídrico (o, mejor, en el
contenido hídrico relativo) o potencial hídrico de la planta. Un balance
negativo siempre se manifestará por una disminución de la turgencia y el
potencial hídrico de los tejidos.
El estado hídrico de las plantas puede ser muy variable a
lo largo del tiempo, en una escala temporal que va de minutos a meses. De
hecho, en muchas especies arbóreas es frecuente que se presenten grandes
variaciones estacionales en el contenido de los troncos.
Dependiendo del hábitat y de las características
funcionales de la planta, es posible distinguir dos tipos diferentes de balance
hídrico: plantas hidroestables o isohídricas y plantas hidrolábiles o
anisohídricas. Las plantas hidroestables son aquellas que mantienen un
contenido hídrico favorable, y cuyo balance hídrico varia muy poco durante el
día.
Pertenecen a este grupo especies acuáticas, suculentas,
plantas de sombra (esciófitas o esciófilas), algunas gramíneas y árboles de
regiones húmedas. Sus estomas responden con gran sensibilidad a la falta de
agua, y los sistemas radicales son, en general, extensos y eficientes. Las
fluctuaciones diarias y estacionales en el potencial osmótico y en el potencial
hídrico son reducidas.
Las plantas hidrolábiles toleran la pérdida de grandes
cantidades de agua, con el consiguiente aumento en la concentración del jugo
celular. Muchas especies herbáceas de hábitat soleados (heliófitas o
heliófilas), gramíneas esteparias, así como muchas leñosas, especialmente
especies colonizadoras, son hidrolábiles, y todas las plantas poiquilohídricas
lo son en grado extremo.
Estas plantas pueden tolerar grandes fluctuaciones en el
potencial hídrico, así como la marchitez temporal. La recuperación de estas
situaciones adversas es rápida, gracias a su elevada relación raíz/parte aérea,
y a la eficacia de los sistemas de transporte de agua.
En las plantas con buena
disponibilidad de agua en el suelo, a medida que la transpiración aumenta
durante el día, el potencial hídrico puede disminuir debido al retraso en la
absorción
Los estomas de las plantas bien regadas se abren
diariamente poco después del amanecer, y el aumento de la demanda evaporaría
crea los gradientes de concentración de vapor de agua necesarios para que tenga
lugar la transpiración.
Generalmente, a medida que la transpiración aumenta la
pérdida de agua excede la absorción.
Ello se debe a que existe una resistencia considerable al
flujo de agua desde el suelo al xilema radical y, por otra parte, a que hay un
volumen apreciable de agua fácilmente disponible en las células parenquimáticas
turgentes de la hoja y del tallo que satisfacen la demanda transpiratoria.
A medida que el agua se retira de las células del mesófilo
durante la transpiración, el W foliar disminuye. En días muy despejados, el
potencial hídrico foliar muestra una variación temporal similar a la de la
radiación solar. No obstante, el equilibrio entre la pérdida transpiratoria de
agua y su restauración es extraordinariamente dinámico, y pequeños cambios en
las condiciones ambientales pueden provocar .grandes variaciones en el foliar
en sólo unos minutos.
Esto es especialmente evidente en los días parcialmente
nubosos, en las plantas que se desarrollan en suelos muy húmedos. Al pasar del
sol radiante a La sombra, la temperatura de la hoja disminuye rápidamente
debido al enfriamiento conectiva y transpiratorio, reduciéndose, por tanto, el
gradiente de concentración de vapor de agua entre la hoja y el aire.
La recuperación del potencial hídrico foliar al anochecer
en las plantas bien regadas sigue la reducción en la radiación solar, pero el V
foliar puede presentar un comportamiento ligeramente diferente al de la mañana
debido a los mayores déficit de presión de vapor, característicos del
anochecer.
Por lo general, la resistencia al flujo de agua es menor
entre las células parenquimáticas y las superficies evaporantes que a nivel de
la absorción en las raices. Por tanto, la causa del retraso en la absorción, en
condiciones de buena disponibilidad de agua, es una resistencia elevada en las
membranas de las células radicales.
En el caso de los árboles, una consecuencia del retraso
entre absorción y transpiración es que, durante el día, cuando las tasas
transpiratorias son elevadas, el agua tiende a salir de las células situadas en
las proximidades de la vía principal hacia el xilema funcional. Esto provoca
una reducción en el volumen de las células "donantes", de modo que los troncos
se pueden encoger durante el día e hinchar durante la noche a medida que las
células se rehidratan.
Relación
entre absorción de agua y transpiración en el fresno.
En ciertas condiciones ambientales, el retraso en la
absorción llega a ser tan acentuado que las plantas se marchitan, incluso
teniendo agua en el suelo. Es el caso, por ejemplo, de la temperatura baja del
suelo, cuyo efecto más importante es el aumento de la resistencia hidráulica de
las membranas celulares en las raíces.
La existencia de frío en la raíz, junto con temperaturas
foliares elevadas, vientos fuertes y aire seco (factores que estimulan la
transpiración), suelen matar a la planta por desecación. El peligro es grande
en los ambientes alpinos, pero las plantas procedentes de ambientes cálidos y
tropicales también son muy susceptibles a esta forma de lesión.
Una escasa aireación del suelo, especialmente cuando se
combina con condiciones que favorecen la transpiración, también puede provocar
una lesión por desecación. La falta de oxígeno implica la respiración
anaeróbica en las raíces y reduce el suministro de ATP.
Los productos finales de este proceso, así como la
presencia de otros iones tóxicos en el ambiente reductor que rodea la raíz,
tienden a lesionar las células radicales y aumentan su resistencia hidráulica.
Además, la limitación de ATP restringe la capacidad de las raíces para absorber
activamente iones y mantener el bajo potencial hídrico necesario para
incorporar agua del suelo.
Por tanto, una de Las consecuencias de los suelos inundados
es la desecación. En las plantas adaptadas a la inundación, el oxígeno puede
difundirse desde las partes aéreas a tas raíces, a través de espacios aéreos
gigantes interconectados (aerénquima), de tal manera que las raíces permanecen
oxigenadas incluso en suelos totalmente anaerobios.
La estructura de la raíz; la presencia de una endodermis
con paredes celulares impermeables; o cualquier factor que afecte al movimiento
del agua a través de las membranas celulares radicales, así como a la capacidad
de acumulación de iones, son, todos ellos, factores que afectan al grado de retraso
en la absorción. Ello condiciona, a su vez, el gradiente de potencial hídrico,
necesario para mover el agua a través de la planta a una velocidad suficiente
para satisfacer las pérdidas transpiratorias.
En condiciones de sequía, el
potencial hídrico de la planta disminuye considerablemente y puede presentarse
un ajuste osmótico
A medida que un suelo se seca y su potencial hídrico va
adquiriendo valores cada vez más negativos, las plantas han de disminuir su
potencial hídrico con el fin de mantener el gradiente de potencial necesario
para la absorción de agua. Teóricamente, esto puede producirse de dos maneras:
por disminución del potencial osmótico (por acumulación de solutos) o por
disminución de la turgencia (mediante simple deshidratación).
En los suelos sometidos a sequía, el mecanismo más
importante es la disminución del potencial osmótico, bien mediante una
estimulación de la acumulación de iones inorgánicos, o mediante un aumento en
los niveles de solutos orgánicos. Tal ajuste osmótico u osmorregulación puede
impedir la pérdida de turgencia de la raíz.
El potencial hídrico de la planta experimenta una
oscilación más o menos característica, con valores más elevados al amanecer y
al anochecer y más bajos al mediodía, cuando el desequilibrio entre
transpiración y absorción es máximo. La amplitud de esta tendencia aumenta con
el grado de sequía en el suelo.
Así pues, durante el día existe un déficit hídrico
provocado por transpiración, resistencia elevada en las raíces, y lesión en el
xilema por embolia y cavitación. Por la noche, cuando cesa la transpiración,
los déficit hídricos diurnos se eliminan gradualmente y, con el tiempo, el
potencial hídrico de la planta alcanza un cierto equilibrio con el potencial
hídrico del suelo.
Cambios
previstos en el potencial hídrico de la hoja y el suelo, así como en el
potencial osmótico de una hoja (hoja) con (_____)
y sin (-----) osmorregulación. La turgencia foliar es la diferencia entre y . El
parámetro es el potencial osmótico al máximo nivel posible de acumulación de
solutos (concentraciones más elevadas provocarían una lesión celular).
Cuando las altas tasas de transpiración acentúan el
gradiente de potencial hídrico en la planta, el potencial hídrico de la raíz
disminuye y, finalmente, la turgencia. En esta situación se puede presentar un
encogimiento de la raíz, lo cual provoca no sólo una reducción de su
crecimiento, sino también la pérdida de contacto con las partículas del suelo.
En estas condiciones, la absorción se hace cada vez más difícil debido al
aumento de la resistencia hidráulica del suelo.
Cuando el potencial hídrico del suelo desciende por debajo
de un nivel crítico, la absorción cesa y la planta muere. El efecto en las
plantas de estos ciclos diarios de potenciales hídricos bajos no sólo depende
del grado de recuperación del xilema y de la cavitación, sino también de si se
da o no osmorregulación en las hojas.
Si ésta no tiene lugar, la caída del potencial hídrico
foliar provocará inevitablemente una disminución de la turgencia, que
desencadenará el cierre estomático y la reducción de la expansión celular.
Dicho comportamiento se ilustra mediante la línea central discontinua en la
figura, siendo la turgencia foliar la distancia entre esta línea y la del potencial
hídrico foliar.
La línea continua inferior muestra lo que sucede cuando
existe osmorregulación: la turgencia foliar se mantiene constante hasta el día
4 ó 5 de sequía edáfica y la marchitez no se presenta hasta el día 7.
En condiciones de campo, en la determinación del estado
hídrico de la planta el déficit de presión de vapor de la atmósfera puede
llegar a desempeñar un papel más importante que el del contenido hídrico del
suelo. Otro factor relevante es la extensión del sistema radical, al condicionar
la capacidad de absorción de agua por parte de la planta.
DÉFICIT HÍDRICOS Y
CRECIMIENTO VEGETAL
Et déficit hídrico es el factor que más influye en la
reducción del crecimiento de la planta. A menudo, en días calurosos y soleados
se presentan déficit hídricos transitorios al mediodía debido a que
temporalmente, la pérdida de agua excede a la absorción.
Por et contrario, tos déficit hídricos permanentes a largo
plazo son provocados por una disminución en la disponibilidad de agua en el
suelo. Los déficit hídricos afectan prácticamente a todos los aspectos del
desarrollo de la planta.
1. Los déficit hídricos
tienen efectos químicos e hidráulicos y afectan a la mayor parte de los
procesos fisiológicos y bioquímicos de la planta
a.
Efectos químicos e hidráulicos de
los déficit hídricos.
La pérdida de agua en un tejido vegetal tiene los
siguientes efectos, que pueden influir en el metabolismo de la planta:
§
Reducción del potencial hídrico o
de la actividad del agua celular.
§
Disminución de la presión turgente.
§
Concentración de moléculas, a
medida que el volumen celular disminuye con la reducción de la turgencia.
§
Alteración de las relaciones
espaciales en plasma lema, tono plasto y membranas de orgánulos, debida a los
cambios de volumen.
§
Cambio en la estructura o la
configuración de las macromoléculas como consecuencia de la eliminación del
agua de hidratación o de la modificación de la estructura del agua.
No obstante, resulta difícil entender cómo los posibles
efectos de estrés suaves sobre la actividad hídrica, la estructura
macromolecular o la concentración de moléculas en el citoplasma pueden ser los
sensores primarios del estrés. El sensor, en teoría, respondería a la presión
de turgencia o al tamaño celular.
Al menos en las células en crecimiento, los pequeños
cambios de turgencia pueden reducir la expansión celular, con el consiguiente
aumento de materiales de pared no utilizados o de otras sustancias que afecten,
a su vez, al metabolismo. Se ha demostrado también que la turgencia puede
afectar directamente al transporte de iones a través de la participación de
sensores que responden a la dilatación de las membranas.
Con todo, la mayor parte de los efectos de los déficit
hídricos son probablemente secundarios, y se deben a las respuestas reguladoras
de la planta. Se tiene constancia de que los reguladores de crecimiento
participan en la integración de las diferentes respuestas.
Aunque los déficit hídricos afectan a los niveles de
giberelinas y auxinas, no se ha demostrado que estos reguladores tengan un
papel importante en la respuesta a los factores de estrés. Igualmente, la
producción de etileno es estimulada por muchos tipos de factores de estrés;
dicha estimulación se ha relacionado con una serie de reacciones, como la abscisión
de hojas y frutos, la epinastia, el cierre estomático y la disminución de la
asimilación.
La reducción en el suministro de citoquininas a
consecuencia de la sequía se ha relacionado con respuestas tales como la
senescencia foliar y el cierre estomático. Sin embargo, es el ácido abscísico
(ABA) el que desempeña, a veces en conjunción con iones Ca2+, el
papel más importante en la integración de las respuestas de la planta tanto
ante el estrés hídrico como ante otros muchos tipos de factores de estrés ambientales,
como la salinidad y las temperaturas elevadas.
De la participación del ABA en el cierre estomático como
respuesta a la sequía. Por otra parte, las concentraciones de ABA aumentan
rápidamente en las plantas estresadas (esta subida tiende a ser una función de que del potencial
hídrico total,); además,
existe una estrecha correspondencia entre las respectivas respuestas a los
déficit hídricos y al ABA suministrado exógenamente. Estas observaciones,
cuando se combinan con la información obtenida a partir de mutantes deficientes
en ABA, proporcionan una prueba convincente de que el ABA participa en la
adaptación a los déficit hídricos y a otros tipos de factores de estrés.
b) Efectos de los déficit
hídricos en los procesos fisiológicos y metabólicos
EL efecto más importante de un estrés hídrico incluso leve
es la reducción del crecimiento, siendo especialmente sensible a él la
expansión celular. Se sabe que La presión de turgencia de las células en
crecimiento proporciona la fuerza motriz necesaria para la expansión celular,
pero la tasa real de extensión es controlada por la variación en el potencial
hídrico y la
extensibilidad.
Es probable que en los casos en que resulta afectado el
crecimiento de la parte aérea sin que simultáneamente se observen cambios en su
estado hídrico, la modulación de esa alteración pueda deberse a una o varias
señales desde la raíz a la parte aérea. Durante el estrés leve, la síntesis de
materiales de la pared celular puede continuar, de tal modo que el retraso en
el crecimiento durante un período de estrés corto se puede superar tras la
recuperación.
La división celular, aunque resulta afectada por el estrés
hídrico, normalmente es menos sensible que la expansión celular. Además de una
inhibición del crecimiento, los déficit hídricos modifican el desarrollo y la
morfología vegetal. Así, por ejemplo, la diferente sensibilidad a la sequía de
las raíces y las partes aéreas conduce a grandes aumentos en la relación
raíz/parte aérea.
Otros efectos sobre el desarrollo vegetativo son la
reducción del alojamiento en las gramíneas y la terminación precoz del
crecimiento en extensión de las especies perennes, con la formación de yemas en
reposo. Los déficit hídricos también provocan la abscisión de hojas y frutos,
especialmente tras la desaparición del estrés.
Asimismo, no sólo disminuye el tamaño de las hojas como
consecuencia de la disminución de la expansión y la división celulares, sino
que también, al menos en el trigo, se reduce la proporción de células
epidérmicas que constituyen los estomas y aumenta el número de tricomas.
Los déficit hídricos también afectan al desarrollo
reproductor; en algunas especies se necesita un período de sequía para
estimular la iniciación floral o provocar la emergencia de yemas florales ya
diferenciadas. En condiciones de sequía se adelanta la floración en las plantas
anuales y se retrasa en las perennes.
Así, por ejemplo, en el trigo, los déficit hídricos
moderados adelantan la floración hasta en una semana, aunque con una
disminución en et número de espiguillas, la fertilidad del polen y la formación
de granos.
El efecto de los déficit hídricos en et comportamiento y
heterogeneidad de la conductancia estomática ya se ha tratado en otro capítulo.
La disminución de La tasa transpiratoria siempre va acompañada de una disminución
en La absorción de C02 y, por tanto, de la fotosíntesis. Los déficit
hídricos también afectan a la fotosíntesis por sus consecuencias sobre los
procesos enzimáticos, el transporte electrónico y et contenido en clorofila.
La regulación de la transpiración también es importante
desde el punto de vista del balance energético de la hoja, en el que desempeñan
un papel crucial los movimientos foliares. Asimismo, la transpiración se reduce
como consecuencia de la inhibición del crecimiento de la parte aérea. En
cambio, suele aumentar la capacidad absorbente de tas raíces por unidad de
superficie, al resultar el crecimiento de la raíz menos afectado por el estrés
hídrico.
Prácticamente todos los aspectos del metabolismo y La
estructura fina celular se ven afectados por los déficit hídricos. Entre los
cambios más característicos figuran el incremento de las reacciones
degradativas en relación con las sintéticas; la disminución de la síntesis de
proteínas y el aumento en la concentración de aminoácidos libres, especialmente
prolina (que en algunas especies puede llegar a un 1% de la materia seca
foliar), glicina betaína, poliaminas y azúcares, lo cual comporta cambios
importantes en las correspondientes actividades enzimáticas.
Muchos de estos cambios se pueden considerar adaptativos,
pero a menudo es difícil distinguir los cambios que son consecuencia de una
Lesión celular o tisular, de los cambios que representan una auténtica
aclimatación.
Los tejidos sometidos a estrés hídrico presentan una
disminución en los grupos -SH, y un aumento de la actividad peroxidasa y de la
formación de peróxido de hidrógeno.
Se ha comprobado también que el potencial reductor
disminuye, lo que sugiere que los tejidos sometidos a estrés hídrico poseen un
mayor estado de oxidación. Ello provocaría la deshidrogenación de las proteínas
y, por tanto, la formación de puentes disulfuro a partir de grupos -SH. De esta
manera, las proteínas adquirirían un estado más oxidado y, con ello, perderían
su actividad.
Este proceso de deshidrogenación, a diferencia de la mera
deshidratación, haría posible que las proteínas fuesen inactivadas o activadas,
dependiendo del estado metabólico de los tejidos. Existen pruebas de que un
factor importante en la lesión mediante desecación es la lesión química debida
a los radicales libres (especialmente radicales de oxígeno).
El radical superóxido (02) así como otros
radicales de oxígeno se pueden producir por una serie de reacciones en las
células, como la autooxidación de una serie de compuestos reducidos y la
reacción de “Mehler” en los cloroplastos, en los que el 02, en lugar
del C02, termina siendo el último aceptor para el transporte
electrónico (tal como puede ocurrir cuando la asimilación es bloqueada por el
estrés hídrico).
Una vez formado, el 02 experimenta una reducción
para formar el radical hidroxilo (OH), muy lesivo, que puede originar
peroxidación de lípidos y peróxido de hidrógeno.
Sensibilidad a los déficit
hídricos de procesos o parámetros vegetales. (Adaptado de Azcón-Bieto y Talón,
2000.)
|
Sensibilidad
al estrés
|
|
|
Muy sensible
|
Relativamente insensible
|
||
del tejido que afecta al proceso
|
|||
Proceso
o parámetro afectado
|
0
MPa -1.0 MPa -2.0 MPa
|
Observaciones
|
|
Crecimiento celular (-)
Síntesis de pared (-)
Síntesis de proteínas (-)
Formación de
protoclorofila (-)
Nivel de nitrato reductasa
(-)
Acumulación de ABA (+)
Nivel de citoquininas (-)
Abertura estomática (-)
Asimilación de C02 (-)
Respiración (-)
Acumulación de prolina (+)
Acumulación de azúcares
(+)
|
----- - - - - -
-----
-----
----
----------
- -----------
----------
- - - -
------------------------------ - - - - - - -
- - - -
------------------------------ - - - - - - -
- - ---------------
- - ---------------
---------------
|
Tejido en crecimiento
rápido
Tejido en crecimiento
rápido
Hojas ahiladas
Depende de la especie
Depende de la especie
|
|
La longitud
de las líneas horizontales representa el margen de niveles de estrés en el cual
un proceso empieza a verse afectado. Las líneas discontinuas significan
deducciones basadas en datos más imprecisos. Los signos (+) o (-) indican
aumento o disminución en et parámetro o proceso.
Por otra parte, la sequía puede inducir la transcripción de
RNA mensajeros que codifican un gran número de proteínas, las cuales no son
sintetizadas en condiciones de óptima disponibilidad de agua.
En los casos estudiados, muchas de estas proteínas (shock
proteins) son también inducidas por el ABA. En este sentido, parece haber dos
importantes cuestiones no dilucidadas del todo. ¿Todas las proteínas del estrés
hídrico son inducidas por acumulación de ABA en respuesta a la sequía? ¿La
activación de genes inducibles por el ABA depende de una activación previa de
los genes por la pérdida de turgencia?
En situaciones de salinidad,
sequía o congelación, en las que resulta difícil conseguir agua, las plantas
adquieren características especiales que les permiten sobrevivir
Cuando el potencial hídrico del suelo desciende
considerablemente se hace más difícil absorber agua y las plantas se exponen al
peligro de desecación. El problema se presenta con los suelos salinos, los
suelos congelados y, naturalmente, con los suelos secos de las zonas áridas.
En todas estas situaciones las plantas adquieren
características especiales que les permiten sobrevivir. Consideremos, en primer
lugar, los aspectos relacionados con la escasez de agua en el suelo.
6.2.1. Aridez y sequía no
significan lo mismo
Una región árida es aquella en la que las precipitaciones
son escasas o nulas y la humedad atmosférica es muy baja. Sin embargo, una
región puede tener un volumen total de precipitaciones anuales que en otra zona
sería suficiente para sostener un tapiz vegetal continuo y, no obstante, ser
árida; en el segundo caso, el agua precipitada, aunque escasa, es aprovechada
íntegramente, al menos durante el período vegetativo; en el primer caso,
intervienen factores ajenos a la precipitación que limitan considerablemente el
aprovechamiento del agua.
El más importante de esos factores es la temperatura, que
condiciona directamente la intensidad de la evaporación. Las temperaturas bajas
atenúan la aridez y pueden hacerla desaparecer desde el punto de vista
biológico; en cambio, las temperaturas elevadas, al intensificar la
evaporación, pueden causar aridez aunque el volumen de precipitaciones sea
mayor.
De todo ello se deduce que la noción de aridez es relativa,
y que su determinación debe hacerse combinando los datos relativos a las
precipitaciones con los de las temperaturas.
Tanto desde un punto de vista meteorológico como desde un
punto de vista ambiental, podemos definir la sequía como la falta o
insuficiencia de precipitaciones durante un período prolongado, que provoca un
desequilibrio hidrológico considerable y, por tanto, restricciones en el
suministro de agua.
La sequía se presenta cuando la evaporación y la
transpiración exceden la precipitación durante un tiempo considerable, y
constituye el azar físico más grave que afecta, principalmente, a los cultivos,
dado que la vegetación natural se encuentra más adaptada a esos hábitat.
Existen cuatro tipos básicos de sequía:
a.
Sequía permanente. Caracteriza a
los climas más secos y hace imposible una agricultura de alto rendimiento sin
riego continuo. La escasa vegetación está adaptada a la aridez.
b.
Sequía estacional. Se presenta en
aquellos climas que tienen estaciones anuales lluviosas y secas bien definidas.
En estas condiciones, conviene ajustar la siembra de manera que los cultivos se
desarrollen durante la estación lluviosa.
c.
Sequía impredecible. Constituye un
fallo anormal en la precipitación. Se puede presentar prácticamente en
cualquier lugar, pero es más característica de los climas húmedos y subhúmedos.
Generalmente es breve e irregular y sólo afecta a un área reducida.
d.
Sequía no aparente. Cuando por
temperaturas altas y vientos fuertes se inducen tasas elevadas de evaporación y
transpiración, las lluvias, aunque sean frecuentes, pueden no suministrar agua
suficiente para restablecer la cantidad perdida, lo que también afecta al
rendimiento.
Existen dos tipos de
mecanismos para resistir la sequía: evitación y tolerancia a los déficit
hídricos en la planta
Las especies difieren entre sí en el grado y período de resistencia
a la sequía; generalmente, estas características guardan una relación inversa
con la producción de biomasa. Los diferentes mecanismos de respuesta de la
planta que permiten aumentar la resistencia a la sequía, tales como el
comportamiento estomático, los cambios morfológicos en la hoja, la
osmorregulación y las alteraciones en la relación raíz/parte aérea, reducen, al
mismo tiempo, su capacidad de producción.
En un contexto agronómico, un cultivo más resistente a la
sequía es aquel que presenta una mayor producción en estas condiciones que otro
menos resistente. También se busca un cierto grado de estabilidad en la
producción de un año a otro como criterio de resistencia a la sequía.
Por el contrario, en los ecosistemas naturales, una especie
resistente a la sequía es aquella capaz de sobrevivir y reproducirse en un
ambiente relativamente seco. En este caso, la resistencia a la sequía no se
basa, necesariamente, en una productividad elevada.
Por tanto, los mecanismos que favorecen la resistencia a la
sequía en monocultivos típicos pueden ser diferentes de los que se han
seleccionado en los ecosistemas naturales.
Las plantas que pueden vivir en ambientes secos se
de-nominan xerófitas, y la adaptación de una especie vegetal a estos climas se
conoce como xerofilia. Las xerófitas sólo se dan en situaciones de aridez,
porque su capacidad competitiva en lugares secos es mayor que la de otras
especies.
Existen grandes diferencias en la capacidad de las plantas
para resistir la sequía. Algunas de estas diferencias son consecuencia de
adaptaciones en la planta entera, tales como los sistemas radicales dispersos y
profundos; otras adaptaciones tienen lugar en algún órgano (p. ej., hojas muy
cutinizadas y buen control estomático de la transpiración), mientras que otras,
como el ajuste osmótico y la tolerancia a la desecación, se producen a nivel
celular.
Las plantas de las regiones áridas se clasifican, en
función de las características de los diferentes nichos ecológicos que ocupan,
de la siguiente forma: las que escapan a la sequía, las que la evitan y las que
la toleran.
Sin embargo, a la vista de la frecuente dificultad para
catalogar una determinada especie vegetal en uno de los tres grupos, tal vez
uno de los enfoques más útiles sea centrarse en los mecanismos que contribuyen
a la resistencia a la sequía, teniendo en cuenta que una planta puede poseer
varios.
Estos mecanismos se pueden clasificar en dos tipos
importantes: 1) de evitación del estrés, o mecanismos que minimizan la
presencia de déficit hídricos lesivos, y 2) de tolerancia al estrés, es decir,
adaptaciones fisiológicas que permiten que las plantas continúen funcionando, a
pesar de que padezcan déficit hídricos.
a) Evitación de los déficit
hídricos en la planta
1. Escape a la sequía
En general, las plantas que poseen este mecanismo no son
resistentes a la sequía. Su supervivencia durante los períodos secos sólo
requiere la producción, debidamente programada, de semillas u órganos
especialmente protegidos de la desecación.
En esta categoría se incluyen las plantas vasculares
anuales de vida corta (terófitas), que germinan después de lluvias muy intensas
y que rápidamente completan su ciclo de desarrollo, pasan la estación seca en
forma de semillas y no sufren lesiones por desecación.
Una adaptación, aunque menos extrema, tiene lugar en muchas
plantas de cultivo, en las que los cultivares más resistentes a la sequía son
frecuentemente Los que primero florecen y maduran, evitándose así lo peor de la
estación seca. Muchas de estas especies anuales adelantan la floración si se
las somete prematuramente a un déficit hídrico.
Otro grupo de plantas que poseen mecanismos para es-capar a
la sequía son algunas geófitas, que poseen órganos subterráneos repletos de
agua (rizomas, tubérculos, bulbos) y que pueden sobrevivir durante períodos de
sequía al estar protegidas frente a una pérdida excesiva de agua. Cuando
empieza la estación lluviosa brotan inmediatamente, utilizando los hidratos de
carbono almacenados, y florecen y fructifican en poco tiempo.
2. Conservación del agua
La forma más corriente de regular el equilibrio hídrico y
mantener la turgencia es reducir la pérdida de agua o alma-cenarla. Entre los
mecanismos más frecuentes se encuentran los siguientes:
Cierre estomático rápido y completo. Capacidad para cerrar
los estomas rápida y completamente antes de que las células se lesionen a causa
de la desecación.
Cutícula gruesa y muy impermeable. Posesión de una cutícula
gruesa y muy impermeable, recubierta frecuentemente por capas céreas o
resinosas. En algunas xerófitas, la resistencia cuticular al vapor de agua (rc)
puede llegar a ser de 120 s cm-1; esto quiere decir que una vez
cerrados los estomas, la planta pierde muy poca agua.
Pérdida de hojas. Un buen ejemplo es el de la especie Follquiería splendens, que vive en el
desierto de Sonora; esta planta produce hojas después de las lluvias, pero las
pierde cuando el suministro de agua se ve limitado, quedando los nervios
centrales y los pecíolos como espinas. Puede producir varios lotes de hojas al
año, y durante Los períodos en que está desprovista de hojas existen células
verdes en el tallo que mantienen una tasa fotosintética baja.
Reducción de la transpiración. A partir de la ecuación de
la transpiración y suponiendo que los estomas estén abiertos (con lo cual se
puede desdeñar la resistencia cuticular), existen dos posibilidades para
reducir la transpiración: disminuir el gradiente de concentración o presión de
vapor de agua, o aumentar considerablemente la resistencia de la capa límite (ra).
La reducción del gradiente de concentración o presión de
vapor se consigue, fundamentalmente, mediante modificaciones que disminuyen el
gradiente térmico entre las hojas y el aire. Las hojas pequeñas disipan el
calor más fácilmente que las grandes, mediante corrientes de convección. Las
hojas dispuestas paralelamente a los rayos solares, al igual que aquellas de
color verde claro o brillante, absorben menos radiación.
Otro mecanismo que reduce eficazmente el gradiente de
presión de vapor es el desprendimiento de muchas especies mediterráneas. Los
aceites aumentan la densidad media del gas en la capa límite, y esto disminuye
la tasa a la que se difunde el vapor de agua a través de ella, de la misma
manera que si hubiese aumentado la humedad del aire.
Una modificación estructural muy habitual en las xerófitas,
que aumenta la resistencia de la capa límite por encima de tos poros
estomáticos, es la disposición de los estomas en el fondo de criptas (p. ej.,
Neríum oleander), lo cual dificulta considerablemente el intercambio de gases
y, por tanto, de vapor de agua.
Asimismo, muchas xerófitas poseen estomas confinados a una
sola superficie de la hoja, y cuando la turgencia foliar desciende, las hojas
se enrollan, encerrando los estomas en una cámara húmeda y protegida.
Almacenamiento de agua. En algunas plantas, el
almacenamiento de agua, combinado con una tasa transpiratoria baja, permite la
supervivencia sin lluvia durante muchos meses.
El almacenamiento de agua es muy importante en las
suculentas desérticas, que pueden sobrevivir durante varios meses, e incluso
uno o dos años, sin agua adicional, siendo su característica más manifiesta la
presencia en hojas o tallos de tejido almacenador de agua muy vacuolizado. En
dichas suculentas, la pérdida de agua mediante transpiración es despreciable,
debido a su cutícula gruesa y al cierre estomático durante el día.
Las plantas de este tipo también suelen tener sistemas
radicales superficiales y ampliamente extendidos, que absorben el agua cuando
la superficie del suelo se moja ocasionalmente con la lluvia.
En algunas especies, el agua se almacena en órganos
subterráneos, como en las enormes raíces de Welwitschia y Pachypodium hispinosum del desierto sudafricano. En el caso de Adansonia digitata, el agua se almacena
en cantidades considerables en sus enormes troncos (de varios metros de
diámetro).
Las plantas CAM, con su ciclo estomático invertido y sus
cutículas gruesas, son especialmente eficaces porque en condiciones de estrés
limitan la pérdida de agua. A medida que el agua disponible en el suelo se
reduce, los estomas permanecen abiertos durante períodos cada vez más cortos,
hasta que llega un momento en el que se cierran por completo.
En esta situación, las suculentas sobreviven reciclando el
C02 respiratorio, y' sus cutículas gruesas evitan, prácticamente,
toda pérdida de agua. Así, por ejemplo, en el caso de una especie de
Echinocactus se ha encontrado que, al cabo de seis años sin agua, la pérdida de
peso fue de menos de un 30%.
3. Mantenimiento de la
absorción de agua
Muchas plantas que sobreviven en hábitat secos dependen del
desarrollo de un sistema radical profundo y extenso que puede obtener agua de
un volumen muy grande de suelo o de una capa freática profunda. En el caso de
algunas especies (Acacia), las raíces pueden penetrar hasta 30 metros antes de
ramificarse en un suelo húmedo. Muchas de estas freatófitas carecen de
adaptaciones especiales que reduzcan la pérdida de agua en las partes aéreas,
pero, por lo general, la raíz que atraviesa el suelo muy seco suele estar
cubierta de capas suberosas impermeables que restringen la pérdida de agua.
Algunas bromeliáceas epífitas, especialmente especies de
Tillandsia, consiguen agua a partir del rocío o del vapor de agua del aire.
Estas especies se desarrollan fundamentalmente en desiertos costeros en los que
hay muy poca precipitación, pero sí nieblas y rocíos frecuentes, y en ambas
superficies foliares poseen pelos especiales que absorben el agua.
b) Tolerancia a los déficit
hídricos en la planta
Son varios los mecanismos que permiten a las plantas
mantener la actividad fisiológica a medida que el contenido o el potencial
hídrico disminuyen:
1. Mantenimiento de la
turgencia
Ajuste osmótico. Cuando et potencial osmótico de tos
tejidos disminuye como respuesta al desarrollo de déficit hídricos internos, es
importante separar el componente resultante de una concentración pasiva de
solutos, debida a la deshidratación del tejido, del originado por una
acumulación activa de dichos solutos. Este tipo de osmorregulación se denomina
ajuste osmótico, para diferenciarlo del mecanismo similar que se da en
presencia de salinidad.
El ajuste osmótico posibilita así el mantenimiento, en condiciones
de sequía, de la turgencia y de los procesos dependientes de ella, tales como
la expansión y el crecimiento celulares, la abertura estomática, la
fotosíntesis, etc. Por otra parte, el ajuste osmótico retrasa el enrollamiento
foliar y mantiene el crecimiento de la raíz.
También se ha demostrado que, en condiciones de escasez de
agua, el rendimiento es superior en las variedades que se ajustan
osmóticamente; Los elevados rendimientos se relacionaron con un mayor
desarrollo de la raíz y una mejor extracción del agua.
Ordinariamente, el ajuste osmótico se presenta en aquellas
plantas sometidas a un estrés lento. Los solutos que participan en tal ajuste
varían, pero, en general, además de iones inorgánicos (especialmente K+
y Cl-) y solutos orgánicos cargados eléctricamente que se acumulan
en la vacuola, en el citoplasma se sintetizan y acumulan moléculas orgánicas
sin carga específica, que no parece que afecten a las funciones de las
proteínas.
Estas moléculas reciben el nombre de solutos compatibles
(también denominados citosolutos u osmolitos); entre las angiospermas, los más
frecuentes son amino (o, estrictamente hablando, imino) ácido prolina y
compuestos de amonio cuaternario como la betaína.
Así, por ejemplo, en Hordeum vulgare, la prolina se acumula
en el citoplasma en proporción al grado de sequía del suelo y, en condiciones
de sequía extrema, puede aparecer incluso en las vacuolas. Se ha observado que
en condiciones de sequía también se acumulan otras sustancias, como azúcares
reductores, sacarosa y pinitol.
Módulo de elasticidad elevado. El desarrollo adicional de
tejidos estructurales en muchas plantas xeromórficas origina células
inextensibles con un módulo de elasticidad (e) elevado. Esta característica
permite a las células tolerar altas concentraciones osmóticas, con la
consiguiente capacidad para mantener la turgencia hasta valores de muy bajos.
2. Tolerancia a la desecación
La tolerancia a la desecación consiste en la capacidad del
protoplasma para soportar una gran pérdida de agua; es una característica
adaptativa y propia de cada especie. Los déficits hídricos provocan una pérdida
progresiva de la turgencia protoplasmática y un aumento en la concentración de
solutos.
El resultado final de estos dos efectos es la alteración en
la función celular y la aparición de lesiones en las estructuras
protoplasmáticas (en especial, en las membranas). Las plantas varían
extraordinariamente en cuanto al grado de deshidratación que pueden tolerar.
En el caso de las plantas poiquilohídricas (algas,
liqúenes, musgos, algunos helechos, semillas y ciertas plantas superiores,
estas últimas sólo durante su etapa vegetativa), el protoplasma puede soportar
una deshidratación casi completa, deshidratándose y rehidratándose de forma
simultánea sin sufrir lesión.
La mayor parte de las regiones áridas presenta gran
abundancia de líquenes, que en algunos casos son las únicas plantas capaces de
sobrevivir en áreas en las que aunque nunca llueve, puede existir una humedad
atmosférica elevada y abundante rocío, capaces de activar su metabolismo.
Existe un número reducido de plantas vasculares en las que
los tejidos vegetativos muestran una capacidad notable para tolerar la
desecación. Estas plantas que «resucitan» no poseen mecanismos especiales que
impidan la pérdida de agua o aumenten su absorción; su principal adaptación a
la sequía consiste en la tolerancia a la desecación, y poseen una bioquímica
celular especializada que lo permite.
En algunas especies, las enzimas, las membranas celulares y
los pigmentos fotosintéticos se mantienen indemnes en el estado desecado. En
otras, se pierden algunos pigmentos y enzimas, e incluso las membranas pueden
desorganizarse, pero son rápidamente reparadas o resintetizadas tras la
hidratación.
Hay que decir, no obstante, que la mayoría de las plantas
terrestres son homeohídricas. Si bien durante alguna etapa de su ciclo vital
(semillas, rizomas o tallos sin hojas) pueden soportar potenciales hídricos muy
bajos, durante la mayor parte del desarrollo su protoplasma no puede tolerar
potenciales hídricos bajos sin sufrir lesiones.
Las semillas de las plantas homeohídricas, al final de su
desarrollo, se desecan hasta llegar a un contenido hídrico de un 10% o menos.
Hace años se descubrió que la desecación va acompañada de un aumento en el
nivel de ABA, el mismo regulador que se acumula en las hojas cuando la
turgencia disminuye; esto provoca cambios esenciales para una desecación
“segura”, es decir, reversible.
El cambio más importante parece ser la activación de un gen
responsable de la síntesis de una “proteína de deshidratación” específica, cuya
principal característica es que no tiene regiones hidrófobas.
Los mutantes del maíz que no sintetizan esta proteína
poseen semillas que no desecan, sino que germinan en la mazorca, un fenómeno
denominado “viviparismo” que se presenta naturalmente en muchas plantas alpinas
y de la tundra. Se sabe que esta proteína se sintetiza también en las raíces y
Las hojas de plántulas sometidas a una deshidratación lenta.
Como ya se ha mencionado en este apartado, existen algunos
solutos especialmente eficaces a la hora de proteger de la desecación a las
proteínas citoplasmáticas y las membranas celulares. Los déficit hídricos, al
igual que otros factores de estrés ambientales, tienden a desviar el potencial
redox celular a un estado más oxidado, y a aumentar las concentraciones de
radicales libres, cambios, ambos, lesivos.
No obstante, las plantas poseen una serie de mecanismos
antioxidantes que las protegen contra la producción de radicales de oxígeno,
tales como: a) reductores solubles en agua, como los compuestos que contienen
tiol (p. ej., glutatión) y el ascorbato; b) vitaminas solubles en grasas, por
ejemplo a-tocoferol y (-caroteno, y
c) antioxidantes enzimáticos, como la catalasa y la supe- róxido-dismutasa.
Aunque hay datos que sugieren que las variaciones en la
tolerancia a la sequía pueden radicar en una expresión diferencial de estas
enzimas, es necesario esperar los resultados de nuevas investigaciones antes de
formular unas conclusiones claras.
La eficiencia en el uso del
agua y la resistencia a la sequía no suelen estar relacionadas
Cuando el suministro de agua es limitado, es importante
considerar la eficiencia en el uso del agua (WUE water use efficiency), en
términos de materia seca producida por unidad de agua utilizada en la
evapotranspiración. Frecuentemente, WUE y resistencia a la sequía se utilizan
como sinónimos, aunque en la mayor parte de los casos no tienen relación entre
sí.
La WUE es un parámetro de producción, y un objetivo
importante de la investigación en esta área consiste en alcanzar una elevada
WUE manteniendo, al mismo tiempo, una elevada productividad.
En cambio, la resistencia a la sequía se centra, como hemos
visto anteriormente, en la supervivencia durante un período de escasez en el
suministro de agua. De hecho, la capacidad para sobrevivir a intensos déficit
hídricos suele estar inversamente relacionada con la productividad.
En la actualidad hay gran interés en la posibilidad de aumentar
la resistencia a la sequía y la eficiencia en el uso del agua mediante la
mejora vegetal y un manejo más adecuado de los cultivos.
Un objetivo deseable, aunque difícil de alcanzar, sería
poder combinar ciertas características de modo que la tolerancia a la
deshidratación y la eficiencia en el uso del agua aumentasen, sin menoscabo del
rendimiento.
Las halófitas toleran la
salinidad porque mediante osmorregulación alcanzan potenciales hídricos muy
bajos
En la mayoría de los suelos, el potencial osmótico no es lo
suficientemente bajo como para inhibir la absorción de agua por las raíces,
desencadenando un déficit hídrico importante en la planta. No obstante, existen
situaciones en las que la concentración de sales en el suelo llega a ser tan
elevada que impide o disminuye
La absorción de agua, provocando la denominada sequía
osmótica. Este efecto de los solutos disueltos es similar al de un déficit
hídrico edáfico. Algunas plantas que se desarrollan en suelos salinos se pueden
ajustar osmóticamente y, de esa manera, evitan la pérdida de turgencia.
No obstante, a esta sequía osmótica hay que añadir el
efecto de iones específicos; cuando se acumulan en las células concentraciones
lesivas de Na+, Cl- o S04-. En
condiciones no salinas, el citosol contiene 100-200mM de K+ y 1mM de
Na+, un ambiente iónico en el cual pueden funcionar óptimamente
muchas enzimas. Una relación anormalmente elevada de Na+ a K+
y altas concentraciones de sales totales inactivan las enzimas e inhiben la
síntesis de proteínas.
La fotosíntesis es inhibida cuando concentraciones elevadas
de Na+ y Cl- se acumulan en los cloroplastos. Puesto que
el transporte electrónico fotosintético parece ser poco sensible a las sales,
es posible que el metabolismo del carbono o la fotofosforilación se vean más
afectados.
Enzimas extraídas de especies tolerantes a la salinidad
(halófitas) son tan sensibles a la presencia del NaCl como las enzimas de
especies sensibles (glicófitas). Por tanto, la resistencia de las halófitas a
las sales no es consecuencia de un metabolismo resistente a la salinidad.
Las plantas evitan la lesión por sales mediante la
exclusión de iones en las hojas o mediante su compartimentación en las
vacuolas. En el caso de las plantas sensibles, La resistencia a niveles
moderados de salinidad en el suelo depende de la capacidad de las raíces para
impedir la absorción de iones potencialmente dañinos.
Los iones Na+ pueden entrar en las raíces
pasivamente (siguiendo un gradiente decreciente de potencial electroquímico) y,
por tanto, Las células de las raíces han de utilizar energía para un transporte
activo que devuelva el Na+ a la solución externa. Por el contrario,
la membrana plasmática de la raíz es muy poco permeable al Cl-.
Algunas halófitas pertenecientes a los géneros Tamarix y
Atrípíex no excluyen los iones a través de la raíz, sino que poseen glándulas
salinas en las superficies de Las hojas. Los iones son transportados a estas
glándulas, en las que las sales cristalizan y dejan de ser lesivas.
Cuando las sales son excluidas de Las hojas, las plantas
utilizan sustancias orgánicas para disminuir el potencial osmótico del
citoplasma y la vacuola, y conseguir así que el potencial hídrico foliar
disminuya.
Entre estos componentes orgánicos que no interfieren en el
metabolismo celular en concentraciones elevadas se encuentran la glicina
betaína, la prolina, el sorbitol, la sacarosa, etc. La cantidad de carbono
utilizada para la síntesis de estos solutos orgánicos puede ser elevada. En la
vegetación natural esta desviación del carbono no afecta a la supervivencia,
pero en los cultivos puede reducir la producción.
Muchas halófitas absorben iones y los acumulan en las
hojas; no obstante, estos iones son secuestrados en las vacuolas de las células
foliares, con lo que contribuyen al potencial osmótico celular sin lesionar las
enzimas cloroplásticas y citosólicas sensibles a la salinidad.
En estas hojas el equilibrio hídrico entre el citoplasma y
la vacuola se mantiene, acumulándose en el citoplasma compuestos orgánicos como
la prolina o la sacarosa. Dado que el volumen del citoplasma en una célula
adulta vacuolada es pequeño, en comparación con el volumen de la vacuola, la
cantidad de carbono necesaria para la síntesis de los compuestos orgánicos es
mucho menor en estas plantas que en las que excluyen sales.
La exposición a NaCl o ABA induce la síntesis de proteínas.
Especialmente importante parece ser una proteína de bajo peso molecular
denominada osmotina, asociada a un aumento en la tolerancia al NaCl. En cultivo
de tejidos ha sido posible aclimatar células de plantas de naranjo y tabaco
para tolerar concentraciones elevadas de sales.
Durante esta aclimatación se han detectado, mediante
electroforesis en gel, varias proteínas sintetizadas de hovo. Si se tratan las
células con concentraciones bajas de ABA, antes de exponerlas a concentraciones
elevadas de sales, su capacidad de aclimatación aumenta extraordinariamente.
Además, el ABA estimula la síntesis de una o más proteínas que, aparentemente,
son las mismas que se inducen durante la aclimatación al NaCl. De esta manera,
parece posible que el ABA pueda desempeñar algún papel en la aclimatación.
En las plantas intactas, las elevadas concentraciones de
sales aumentan los niveles de ABA en las hojas. Esta respuesta a la salinidad
es similar al aumento en la producción de ABA por las raíces y su transporte a
la parte aérea, ya descrito anteriormente en relación con el déficit hídrico
edáfico.
Las plantas expuestas a
temperaturas muy bajas experimentan sequía por congelación
Es frecuente observar que, después de un período de
exposición a temperaturas muy bajas, las hojas pertenecientes a especies
vivaces de alta montaña se marchitan irremisiblemente.
Esto ocurre porque experimentan sequía por congelación,
situación que se presenta cuando el suelo congelado, o xilema congelado y
bloqueado, impide que el agua alcance las hojas. Incluso con los estomas
cerrados, las hojas pueden perder suficiente cantidad de agua a través de la
cutícula como para disminuir su turgencia.
Por tanto, en las regiones frías, las especies vivaces
suelen poseer características xerofíticas, como cutículas gruesas, y la
posibilidad de un cierre estomático completo, combinadas con la capacidad para
tolerar la desecación parcial.
Por otra parte, el paso del agua desde las células vivas
hacia los espacios intercelulares, una especie de deshidratación controlada,
suele ser esencial para sobrevivir a la congelación, al impedir la formación de
cristales de hielo en el interior de las células.
En los espacios intercelulares se pueden formar grandes
cristales de hielo, retornando el agua a las células cuando aquéllos se funden.
De esta manera, la capacidad para tolerar la congelación va acompañada de
cambios en la bioquímica celular que se desarrollan lentamente durante el
otoño, en un proceso que se describe como aclimatación al frío.
Al igual que en los casos de tolerancia a la salinidad y a
la sequía, es importante destacar el papel que desempeñan los solutos
compatibles que aparecen en muchas plantas durante la aclimatación al frío y
que, en este caso, reciben el nombre de crioprotectores.
La aclimatación al frío puede ser inhibida por factores
tales como la elevada fertilización nitrogenada o la poda, que estimulan el
crecimiento de la planta. Las plantas varían en su grado de aclimatación, y no
todas pueden alcanzar la resistencia a la congelación.
Ello es de importancia considerable en la agricultura. Así,
por ejemplo, los cereales de invierno, que producen hasta un 40% más que las
variedades de primavera, no se pueden sembrar en muchas regiones más frías
debido a su limitada tolerancia al frío. Si se pudiese aumentar su tolerancia,
el impacto en la producción mundial de alimentos sería enorme.
En condiciones naturales, las
plantas se encuentran sometidas a factores de estrés múltiples
La mayor parte de la investigación sobre el efecto de los
factores ambientales en las plantas se ha centrado, hasta ahora, en las
respuestas y las adaptaciones a factores aislados del ambiente, pero, en
condiciones naturales, las plantas se encuentran sometidas a múltiples tipos de
factores de estrés.
Hay que tener en cuenta que los efectos de los factores
ambientales en interacción no suelen ser aditivos. Así, por ejemplo, en la
especie mediterránea Neríum oleander,
la lesión por luz intensa o fotoinhibición aumenta extraordinariamente cuando
va unida a déficit hídricos.
Pese a que la característica más importante de una región
árida es que la precipitación es escasa o nula y la humedad atmosférica es muy
baja, hay otros factores para los cuales también se requiere la adaptación, por
ejemplo, las elevadas temperaturas, las altas intensidades luminosas, la
reducida disponibilidad de nutrientes, etcétera.
Por otra parte, condiciones ambientales como La sequía, la
salinidad, la inundación, las altas temperaturas, la alta demanda de
evaporación en la atmósfera y el frío, pueden asonarse o conducir a una pérdida
de turgencia en el tejido vegetal.
Así pues, parece probable que las respuestas a estos
factores de estrés ambientales puedan ser generales y comunes a las observadas
en el caso de estrés hídrico. De hecho, las investigaciones sobre proteínas de
choque (shock proteins) revelan la existencia de proteínas comunes,
independientemente de la especie vegetal o del tipo de factor de estrés.
Buen día, me parece muy interesante su publicación pero quiero solicitarle muy amablemente si es posible, pusiera las fuentes donde se tomó la información para referenciarlas . Gracias.
ResponderEliminarFundamentos de fisiología vegetal
ResponderEliminarJoaquín Azcón-Bieto
Manuel Talón
Copiado letra a letra.