miércoles, 13 de julio de 2016

MOVIMIENTO DEL AGUA EN LA HOJA



En los nudos del tallo se originan ramificaciones del sistema vascular que pasan a través del pecíolo hasta el limbo foliar. Dentro del limbo, las ramificaciones son extensas, y a menudo se anastomosan, terminando como elementos xilemáticos aislados con sus extremos abiertos, en tal número que ninguna célula de la hoja se encuentra a más de dos o tres células de distancia de los nervios. 

Es precisamente a través de esta intrincada y extensa red de elementos xilemáticos como el agua y los nutrientes minerales se mueven en la hoja.
Las paredes celulares están compuestas de celulosa y otras macromoléculas.

Debido a sus propiedades y a su organización estructural, estas moléculas muy hidrófitas confieren a las paredes celulares un potencial matricial muy negativo. Las moléculas de agua transpiradas por la hoja se liberan previamente en la atmósfera foliar, mediante evaporación a nivel de los espacios microcapilares en el interior de las paredes celulares.

La reducción del contenido hídrico de estas paredes por debajo del nivel de saturación disminuye su potencial hídrico; por tanto, el agua fluye hacia estas paredes celulares a partir de las células adyacentes (en la pared celular  >-0.1 MPa; por consiguiente, el valor de vendrá dado por el valor de ). Se establece así un gradiente de potencial hídrico a través del mesófilo, de manera que las células que bordean los espacios intercelulares poseen un potencial más bajo que las más alejadas.

El agua se moverá a lo largo de este gradiente hasta que, finalmente, la que se ha perdido por transpiración sea reemplazada por la que procede de las superficies de agua libre en los terminales de los nervios. La pérdida de agua en los elementos xilemáticos origina una tensión en las columnas de agua del xilema que se puede transmitir hasta las raíces.


BALANCE HÍDRICO

El uso de términos tales como balance hídrico y economía del agua pone de relieve que las relaciones hídricas en las plantas se pueden contemplar partiendo de la base de que el balance o estado hídrico se encuentra controlado por tas intensidades relativas de absorción y pérdida de agua.

El balance hídrico se puede calcular a partir de las determinaciones cuantitativas de la absorción de agua y de la transpiración. No obstante, las medidas necesarias son aún inexactas y difíciles de obtener, especialmente en condiciones de campo.

Por tanto, es frecuente hacer una estimación indirecta del balance hídrico a través de su efecto en el contenido hídrico (o, mejor, en el contenido hídrico relativo) o potencial hídrico de la planta. Un balance negativo siempre se manifestará por una disminución de la turgencia y el potencial hídrico de los tejidos. 

El estado hídrico de las plantas puede ser muy variable a lo largo del tiempo, en una escala temporal que va de minutos a meses. De hecho, en muchas especies arbóreas es frecuente que se presenten grandes variaciones estacionales en el contenido de los troncos.

Dependiendo del hábitat y de las características funcionales de la planta, es posible distinguir dos tipos diferentes de balance hídrico: plantas hidroestables o isohídricas y plantas hidrolábiles o anisohídricas. Las plantas hidroestables son aquellas que mantienen un contenido hídrico favorable, y cuyo balance hídrico varia muy poco durante el día.

Pertenecen a este grupo especies acuáticas, suculentas, plantas de sombra (esciófitas o esciófilas), algunas gramíneas y árboles de regiones húmedas. Sus estomas responden con gran sensibilidad a la falta de agua, y los sistemas radicales son, en general, extensos y eficientes. Las fluctuaciones diarias y estacionales en el potencial osmótico y en el potencial hídrico son reducidas.

Las plantas hidrolábiles toleran la pérdida de grandes cantidades de agua, con el consiguiente aumento en la concentración del jugo celular. Muchas especies herbáceas de hábitat soleados (heliófitas o heliófilas), gramíneas esteparias, así como muchas leñosas, especialmente especies colonizadoras, son hidrolábiles, y todas las plantas poiquilohídricas lo son en grado extremo.

Estas plantas pueden tolerar grandes fluctuaciones en el potencial hídrico, así como la marchitez temporal. La recuperación de estas situaciones adversas es rápida, gracias a su elevada relación raíz/parte aérea, y a la eficacia de los sistemas de transporte de agua.

1. En las plantas con buena disponibilidad de agua en el suelo, a medida que la transpiración aumenta durante el día, el potencial hídrico puede disminuir debido al retraso en la absorción

Los estomas de las plantas bien regadas se abren diariamente poco después del amanecer, y el aumento de la demanda evaporaría crea los gradientes de concentración de vapor de agua necesarios para que tenga lugar la transpiración.
Generalmente, a medida que la transpiración aumenta la pérdida de agua excede la absorción.

Ello se debe a que existe una resistencia considerable al flujo de agua desde el suelo al xilema radical y, por otra parte, a que hay un volumen apreciable de agua fácilmente disponible en las células parenquimáticas turgentes de la hoja y del tallo que satisfacen la demanda transpiratoria.

A medida que el agua se retira de las células del mesófilo durante la transpiración, el W foliar disminuye. En días muy despejados, el potencial hídrico foliar muestra una variación temporal similar a la de la radiación solar. No obstante, el equilibrio entre la pérdida transpiratoria de agua y su restauración es extraordinariamente dinámico, y pequeños cambios en las condiciones ambientales pueden provocar .grandes variaciones en el foliar en sólo unos minutos.

Esto es especialmente evidente en los días parcialmente nubosos, en las plantas que se desarrollan en suelos muy húmedos. Al pasar del sol radiante a La sombra, la temperatura de la hoja disminuye rápidamente debido al enfriamiento conectiva y transpiratorio, reduciéndose, por tanto, el gradiente de concentración de vapor de agua entre la hoja y el aire.

La recuperación del potencial hídrico foliar al anochecer en las plantas bien regadas sigue la reducción en la radiación solar, pero el V foliar puede presentar un comportamiento ligeramente diferente al de la mañana debido a los mayores déficit de presión de vapor, característicos del anochecer.

Por lo general, la resistencia al flujo de agua es menor entre las células parenquimáticas y las superficies evaporantes que a nivel de la absorción en las raices. Por tanto, la causa del retraso en la absorción, en condiciones de buena disponibilidad de agua, es una resistencia elevada en las membranas de las células radicales.

En el caso de los árboles, una consecuencia del retraso entre absorción y transpiración es que, durante el día, cuando las tasas transpiratorias son elevadas, el agua tiende a salir de las células situadas en las proximidades de la vía principal hacia el xilema funcional. Esto provoca una reducción en el volumen de las células «donantes», de modo que los troncos se pueden encoger durante el día e hinchar durante la noche a medida que las células se rehidratan.


En ciertas condiciones ambientales, el retraso en la absorción llega a ser tan acentuado que las plantas se marchitan, incluso teniendo agua en el suelo. Es el caso, por ejemplo, de la temperatura baja del suelo, cuyo efecto más importante es el aumento de la resistencia hidráulica de las membranas celulares en las raíces.

La existencia de frío en la raíz, junto con temperaturas foliares elevadas, vientos fuertes y aire seco (factores que estimulan la transpiración), suelen matar a la planta por desecación. El peligro es grande en los ambientes alpinos, pero las plantas procedentes de ambientes cálidos y tropicales también son muy susceptibles a esta forma de lesión.

Una escasa aireación del suelo, especialmente cuando se combina con condiciones que favorecen la transpiración, también puede provocar una lesión por desecación. La falta de oxígeno implica la respiración anaeróbica en las raíces y reduce el suministro de ATP.

Los productos finales de este proceso, así como la presencia de otros iones tóxicos en el ambiente reductor que rodea la raíz, tienden a lesionar las células radicales y aumentan su resistencia hidráulica. Además, la limitación de ATP restringe la capacidad de las raíces para absorber activamente iones y mantener el bajo potencial hídrico necesario para incorporar agua del suelo.

Por tanto, una de Las consecuencias de los suelos inundados es la desecación. En las plantas adaptadas a la inundación, el oxígeno puede difundirse desde las partes aéreas a tas raíces, a través de espacios aéreos gigantes interconectados (aerénquima), de tal manera que las raíces permanecen oxigenadas incluso en suelos totalmente anaerobios.

La estructura de la raíz; la presencia de una endodermis con paredes celulares impermeables; o cualquier factor que afecte al movimiento del agua a través de las membranas celulares radicales, así como a la capacidad de acumulación de iones, son, todos ellos, factores que afectan al grado de retraso en la absorción. Ello condiciona, a su vez, el gradiente de potencial hídrico, necesario para mover el agua a través de la planta a una velocidad suficiente para satisfacer las pérdidas transpiratorias.

2. En condiciones de sequía, el potencial hídrico de la planta disminuye considerablemente y puede presentarse un ajuste osmótico

A medida que un suelo se seca y su potencial hídrico va adquiriendo valores cada vez más negativos, las plantas han de disminuir su potencial hídrico con el fin de mantener el gradiente de potencial necesario para la absorción de agua. Teóricamente, esto puede producirse de dos maneras: por disminución del potencial osmótico (por acumulación de solutos) o por disminución de la turgencia (mediante simple deshidratación).

En los suelos sometidos a sequía, el mecanismo más importante es la disminución del potencial osmótico, bien mediante una estimulación de la acumulación de iones inorgánicos, o mediante un aumento en los niveles de solutos orgánicos. Tal ajuste osmótico u osmorregulación puede impedir la pérdida de turgencia de la raíz.

El potencial hídrico de la planta experimenta una oscilación más o menos característica, con valores más elevados al amanecer y al anochecer y más bajos al mediodía, cuando el desequilibrio entre transpiración y absorción es máximo. La amplitud de esta tendencia aumenta con el grado de sequía en el suelo.

Así pues, durante el día existe un déficit hídrico provocado por transpiración, resistencia elevada en las raíces, y lesión en el xilema por embolia y cavitación. Por la noche, cuando cesa la transpiración, los déficit hídricos diurnos se eliminan gradualmente y, con el tiempo, el potencial hídrico de la planta alcanza un cierto equilibrio con el potencial hídrico del suelo.

Cuando las altas tasas de transpiración acentúan el gradiente de potencial hídrico en la planta, el potencial hídrico de la raíz disminuye y, finalmente, la turgencia. En esta situación se puede presentar un encogimiento de la raíz, lo cual provoca no sólo una reducción de su crecimiento, sino también la pérdida de contacto con las partículas del suelo. En estas condiciones, la absorción se hace cada vez más difícil debido al aumento de la resistencia hidráulica del suelo.

Cuando el potencial hídrico del suelo desciende por debajo de un nivel crítico, la absorción cesa y la planta muere. El efecto en las plantas de estos ciclos diarios de potenciales hídricos bajos no sólo depende del grado de recuperación del xilema y de la cavitación, sino también de si se da o no osmorregulación en las hojas.

Si ésta no tiene lugar, la caída del potencial hídrico foliar provocará inevitablemente una disminución de la turgencia, que desencadenará el cierre estomático y la reducción de la expansión celular. Dicho comportamiento se ilustra mediante la línea central discontinua en la figura, siendo la turgencia foliar la distancia entre esta línea y la del potencial hídrico foliar.

La línea continua inferior muestra lo que sucede cuando existe osmorregulación: la turgencia foliar se mantiene constante hasta el día 4 ó 5 de sequía edáfica y la marchitez no se presenta hasta el día 7.

En condiciones de campo, en la determinación del estado hídrico de la planta el déficit de presión de vapor de la atmósfera puede llegar a desempeñar un papel más importante que el del contenido hídrico del suelo. Otro factor relevante es la extensión del sistema radical, al condicionar la capacidad de absorción de agua por parte de la planta.

DÉFICIT HÍDRICOS Y CRECIMIENTO VEGETAL

Et déficit hídrico es el factor que más influye en la reducción del crecimiento de la planta. A menudo, en días calurosos y soleados se presentan déficit hídricos transitorios al mediodía debido a que temporalmente, la pérdida de agua excede a la absorción.

Por et contrario, tos déficit hídricos permanentes a largo plazo son provocados por una disminución en la disponibilidad de agua en el suelo. Los déficit hídricos afectan prácticamente a todos los aspectos del desarrollo de la planta.

1. Los déficit hídricos tienen efectos químicos e hidráulicos y afectan a la mayor parte de los procesos fisiológicos y bioquímicos de la planta

a.    Efectos químicos e hidráulicos de los déficit hídricos.

La pérdida de agua en un tejido vegetal tiene los siguientes efectos, que pueden influir en el metabolismo de la planta:

§  Reducción del potencial hídrico o de la actividad del agua celular.
§    
     Disminución de la presión turgente.
§  
     Concentración de moléculas, a medida que el volumen celular disminuye con la reducción de la turgencia.
§  
    Alteración de las relaciones espaciales en plasma lema, tono plasto y membranas de orgánulos, debida a los cambios de volumen.
§   
    Cambio en la estructura o la configuración de las macromoléculas como consecuencia de la eliminación del agua de hidratación o de la modificación de la estructura del agua.

No obstante, resulta difícil entender cómo los posibles efectos de estrés suaves sobre la actividad hídrica, la estructura macromolecular o la concentración de moléculas en el citoplasma pueden ser los sensores primarios del estrés. El sensor, en teoría, respondería a la presión de turgencia o al tamaño celular.

Al menos en las células en crecimiento, los pequeños cambios de turgencia pueden reducir la expansión celular, con el consiguiente aumento de materiales de pared no utilizados o de otras sustancias que afecten, a su vez, al metabolismo. Se ha demostrado también que la turgencia puede afectar directamente al transporte de iones a través de la participación de sensores que responden a la dilatación de las membranas.

Con todo, la mayor parte de los efectos de los déficit hídricos son probablemente secundarios, y se deben a las respuestas reguladoras de la planta. Se tiene constancia de que los reguladores de crecimiento participan en la integración de las diferentes respuestas.

Aunque los déficit hídricos afectan a los niveles de giberelinas y auxinas, no se ha demostrado que estos reguladores tengan un papel importante en la respuesta a los factores de estrés. Igualmente, la producción de etileno es estimulada por muchos tipos de factores de estrés; dicha estimulación se ha relacionado con una serie de reacciones, como la abscisión de hojas y frutos, la epinastia, el cierre estomático y la disminución de la asimilación.

La reducción en el suministro de citoquininas a consecuencia de la sequía se ha relacionado con respuestas tales como la senescencia foliar y el cierre estomático. Sin embargo, es el ácido abscísico (ABA) el que desempeña, a veces en conjunción con iones Ca2+, el papel más importante en la integración de las respuestas de la planta tanto ante el estrés hídrico como ante otros muchos tipos de factores de estrés ambientales, como la salinidad y las temperaturas elevadas.

De la participación del ABA en el cierre estomático como respuesta a la sequía. Por otra parte, las concentraciones de ABA aumentan rápidamente en las plantas estresadas (esta subida tiende a ser una función de u más que del potencial hídrico total, u); además, existe una estrecha correspondencia entre las respectivas respuestas a los déficit hídricos y al ABA suministrado exógenamente. Estas observaciones, cuando se combinan con la información obtenida a partir de mutantes deficientes en ABA, proporcionan una prueba convincente de que el ABA participa en la adaptación a los déficit hídricos y a otros tipos de factores de estrés.

b) Efectos de los déficit hídricos en los procesos fisiológicos y metabólicos

EL efecto más importante de un estrés hídrico incluso leve es la reducción del crecimiento, siendo especialmente sensible a él la expansión celular. Se sabe que La presión de turgencia de las células en crecimiento proporciona la fuerza motriz necesaria para la expansión celular, pero la tasa real de extensión es controlada por la variación en el potencial hídrico (u) y la extensibilidad (u).

Es probable que en los casos en que resulta afectado el crecimiento de la parte aérea sin que simultáneamente se observen cambios en su estado hídrico, la modulación de esa alteración pueda deberse a una o varias señales desde la raíz a la parte aérea. Durante el estrés leve, la síntesis de materiales de la pared celular puede continuar, de tal modo que el retraso en el crecimiento durante un período de estrés corto se puede superar tras la recuperación.

La división celular, aunque resulta afectada por el estrés hídrico, normalmente es menos sensible que la expansión celular. Además de una inhibición del crecimiento, los déficit hídricos modifican el desarrollo y la morfología vegetal. Así, por ejemplo, la diferente sensibilidad a la sequía de las raíces y las partes aéreas conduce a grandes aumentos en la relación raíz/parte aérea.

Otros efectos sobre el desarrollo vegetativo son la reducción del alojamiento en las gramíneas y la terminación precoz del crecimiento en extensión de las especies perennes, con la formación de yemas en reposo. Los déficit hídricos también provocan la abscisión de hojas y frutos, especialmente tras la desaparición del estrés.

Asimismo, no sólo disminuye el tamaño de las hojas como consecuencia de la disminución de la expansión y la división celulares, sino que también, al menos en el trigo, se reduce la proporción de células epidérmicas que constituyen los estomas y aumenta el número de tricomas.

Los déficit hídricos también afectan al desarrollo reproductor; en algunas especies se necesita un período de sequía para estimular la iniciación floral o provocar la emergencia de yemas florales ya diferenciadas. En condiciones de sequía se adelanta la floración en las plantas anuales y se retrasa en las perennes.

Así, por ejemplo, en el trigo, los déficit hídricos moderados adelantan la floración hasta en una semana, aunque con una disminución en et número de espiguillas, la fertilidad del polen y la formación de granos.

El efecto de los déficit hídricos en et comportamiento y heterogeneidad de la conductancia estomática ya se ha tratado en otro capítulo. La disminución de La tasa transpiratoria siempre va acompañada de una disminución en La absorción de C02 y, por tanto, de la fotosíntesis. Los déficit hídricos también afectan a la fotosíntesis por sus consecuencias sobre los procesos enzimáticos, el transporte electrónico y et contenido en clorofila.

La regulación de la transpiración también es importante desde el punto de vista del balance energético de la hoja, en el que desempeñan un papel crucial los movimientos foliares. Asimismo, la transpiración se reduce como consecuencia de la inhibición del crecimiento de la parte aérea. En cambio, suele aumentar la capacidad absorbente de tas raíces por unidad de superficie, al resultar el crecimiento de la raíz menos afectado por el estrés hídrico.

Prácticamente todos los aspectos del metabolismo y La estructura fina celular se ven afectados por los déficit hídricos. Entre los cambios más característicos figuran el incremento de las reacciones degradativas en relación con Las sintéticas; La disminución de la síntesis de proteínas y el aumento en la concentración de aminoácidos libres, especialmente prolina (que en algunas especies puede llegar a un 1% de la materia seca foliar), glicina betaína, poliaminas y azúcares, lo cual comporta cambios importantes en las correspondientes actividades enzimáticas.

Muchos de estos cambios se pueden considerar adaptativos, pero a menudo es difícil distinguir los cambios que son consecuencia de una Lesión celular o tisular, de los cambios que representan una auténtica aclimatación.

Los tejidos sometidos a estrés hídrico presentan una disminución en los grupos -SH, y un aumento de la actividad peroxidasa y de la formación de peróxido de hidrógeno. Se ha comprobado también que el potencial reductor disminuye, lo que sugiere que los tejidos sometidos a estrés hídrico poseen un mayor estado de oxidación. Ello provocaría la deshidrogenación de las proteínas y, por tanto, la formación de puentes disulfuro a partir de grupos -SH. De esta manera, las proteínas adquirirían un estado más oxidado y, con ello, perderían su actividad.

Este proceso de deshidrogenación, a diferencia de la mera deshidratación, haría posible que las proteínas fuesen inactivadas o activadas, dependiendo del estado metabólico de los tejidos. Existen pruebas de que un factor importante en la lesión mediante desecación es la lesión química debida a los radicales libres (especialmente radicales de oxígeno).

El radical superóxido (02) así como otros radicales de oxígeno se pueden producir por una serie de reacciones en las células, como la autooxidación de una serie de compuestos reducidos y la reacción de “Mehler” en los cloroplastos, en los que el 02, en lugar del C02, termina siendo el último aceptor para el transporte electrónico (tal como puede ocurrir cuando la asimilación es bloqueada por el estrés hídrico).

Una vez formado, el 02 experimenta una reducción para formar el radical hidroxilo (OH), muy lesivo, que puede originar peroxidación de lípidos y peróxido de hidrógeno.

Sensibilidad a los déficit hídricos de procesos o parámetros vegetales. (Adaptado de Azcón-Bieto y Talón, 2000.)

Sensibilidad al estrés

Muy sensible
Relativamente insensible
udel tejido que afecta al proceso
Proceso o parámetro afectado
0 MPa              -1.0 MPa          -2.0 MPa
Observaciones
Crecimiento celular (-)
Síntesis de pared (-)
Síntesis de proteínas (-)
Formación de protoclorofila (-)
Nivel de nitrato reductasa (-)
Acumulación de ABA (+)
Nivel de citoquininas (-)
Abertura estomática (-)
Asimilación de C02 (-)
Respiración (-)
Acumulación de prolina (+)
Acumulación de azúcares (+)
----- - - - - -
 -----
-----
----
 ----------
 - -----------
----------
- - - - ------------------------------ - - - - - - -
- - - - ------------------------------ - - - - - - -
   - - ---------------
   - - ---------------
                     ---------------

Tejido en crecimiento rápido
Tejido en crecimiento rápido
Hojas ahiladas



Depende de la especie
Depende de la especie




La longitud de las líneas horizontales representa el margen de niveles de estrés en el cual un proceso empieza a verse afectado. Las líneas discontinuas significan deducciones basadas en datos más imprecisos. Los signos (+) o (-) indican aumento o disminución en et parámetro o proceso.

Por otra parte, la sequía puede inducir la transcripción de RNA mensajeros que codifican un gran número de proteínas, las cuales no son sintetizadas en condiciones de óptima disponibilidad de agua. En los casos estudiados, muchas de estas proteínas (shock proteins) son también inducidas por el ABA. En este sentido, parece haber dos importantes cuestiones no dilucidadas del todo. ¿Todas las proteínas del estrés hídrico son inducidas por acumulación de ABA en respuesta a la sequía? ¿La activación de genes inducibles por el ABA depende de una activación previa de los genes por la pérdida de turgencia?
 
2. En situaciones de salinidad, sequía o congelación, en las que resulta difícil conseguir agua, las plantas adquieren características especiales que les permiten sobrevivir

Cuando el potencial hídrico del suelo desciende considerablemente se hace más difícil absorber agua y las plantas se exponen al peligro de desecación. El problema se presenta con los suelos salinos, los suelos congelados y, naturalmente, con los suelos secos de las zonas áridas. En todas estas situaciones las plantas adquieren características especiales que les permiten sobrevivir. Consideremos, en primer lugar, los aspectos relacionados con la escasez de agua en el suelo.

1.1. Aridez y sequía no significan lo mismo

Una región árida es aquella en la que las precipitaciones son escasas o nulas y la humedad atmosférica es muy baja. Sin embargo, una región puede tener un volumen total de precipitaciones anuales que en otra zona sería suficiente para sostener un tapiz vegetal continuo y, no obstante, ser árida; en el segundo caso, el agua precipitada, aunque escasa, es aprovechada íntegramente, al menos durante el período vegetativo; en el primer caso, intervienen factores ajenos a la precipitación que limitan considerablemente el aprovechamiento del agua.

El más importante de esos factores es la temperatura, que condiciona directamente la intensidad de la evaporación. Las temperaturas bajas atenúan la aridez y pueden hacerla desaparecer desde el punto de vista biológico; en cambio, las temperaturas elevadas, al intensificar la evaporación, pueden causar aridez aunque el volumen de precipitaciones sea mayor.

De todo ello se deduce que la noción de aridez es relativa, y que su determinación debe hacerse combinando los datos relativos a las precipitaciones con los de las temperaturas.

Tanto desde un punto de vista meteorológico como desde un punto de vista ambiental, podemos definir la sequía como la falta o insuficiencia de precipitaciones durante un período prolongado, que provoca un desequilibrio hidrológico considerable y, por tanto, restricciones en el suministro de agua.

La sequía se presenta cuando la evaporación y la transpiración exceden la precipitación durante un tiempo considerable, y constituye el azar físico más grave que afecta, principalmente, a los cultivos, dado que la vegetación natural se encuentra más adaptada a esos hábitat.

Existen cuatro tipos básicos de sequía:

a.    Sequía permanente. Caracteriza a los climas más secos y hace imposible una agricultura de alto rendimiento sin riego continuo. La escasa vegetación está adaptada a la aridez.
b.    Sequía estacional. Se presenta en aquellos climas que tienen estaciones anuales lluviosas y secas bien definidas. En estas condiciones, conviene ajustar la siembra de manera que los cultivos se desarrollen durante la estación lluviosa.
c.    Sequía impredecible. Constituye un fallo anormal en la precipitación. Se puede presentar prácticamente en cualquier lugar, pero es más característica de los climas húmedos y subhúmedos. Generalmente es breve e irregular y sólo afecta a un área reducida.
d.    Sequía no aparente. Cuando por temperaturas altas y vientos fuertes se inducen tasas elevadas de evaporación y transpiración, las lluvias, aunque sean frecuentes, pueden no suministrar agua suficiente para restablecer la cantidad perdida, lo que también afecta al rendimiento.

1.2. Existen dos tipos de mecanismos para resistir la sequía: evitación y tolerancia a los déficit hídricos en la planta

Las especies difieren entre sí en el grado y período de resistencia a la sequía; generalmente, estas características guardan una relación inversa con la producción de biomasa. Los diferentes mecanismos de respuesta de la planta que permiten aumentar la resistencia a la sequía, tales como el comportamiento estomático, los cambios morfológicos en la hoja, la osmorregulación y las alteraciones en la relación raíz/parte aérea, reducen, al mismo tiempo, su capacidad de producción.

En un contexto agronómico, un cultivo más resistente a la sequía es aquel que presenta una mayor producción en estas condiciones que otro menos resistente. También se busca un cierto grado de estabilidad en la producción de un año a otro como criterio de resistencia a la sequía.

Por el contrario, en los ecosistemas naturales, una especie resistente a la sequía es aquella capaz de sobrevivir y reproducirse en un ambiente relativamente seco. En este caso, la resistencia a la sequía no se basa, necesariamente, en una productividad elevada. Por tanto, los mecanismos que favorecen la resistencia a la sequía en monocultivos típicos pueden ser diferentes de los que se han seleccionado en los ecosistemas naturales.

Las plantas que pueden vivir en ambientes secos se de-nominan xerófitas, y la adaptación de una especie vegetal a estos climas se conoce como xerofilia. Las xerófitas sólo se dan en situaciones de aridez, porque su capacidad competitiva en lugares secos es mayor que la de otras especies.

Existen grandes diferencias en la capacidad de las plantas para resistir la sequía. Algunas de estas diferencias son consecuencia de adaptaciones en la planta entera, tales como los sistemas radicales dispersos y profundos; otras adaptaciones tienen lugar en algún órgano (p. ej., hojas muy cutinizadas y buen control estomático de la transpiración), mientras que otras, como el ajuste osmótico y la tolerancia a la desecación, se producen a nivel celular.

Las plantas de las regiones áridas se clasifican, en función de las características de los diferentes nichos ecológicos que ocupan, de la siguiente forma: las que escapan a la sequía, las que la evitan y las que la toleran. Sin embargo, a la vista de La frecuente dificultad para catalogar una determinada especie vegetal en uno de los tres grupos, tal vez uno de los enfoques más útiles sea centrarse en los mecanismos que contribuyen a la resistencia a la sequía, teniendo en cuenta que una planta puede poseer varios.

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